Larissa Gabriele Rogerio y Víviam Caroline durante una actuación de la Banda Didá
- Publicidad -

SALVADOR de BAHÍA, Brasil. Esta ciudad del noreste brasileño es reconocida por las tradiciones de percusión afrobrasileña: la banda o bloco-afro Olodum ha impulsado durante décadas a nivel internacional el ritmo sincopado con tambores coloridos con colaboraciones musicales como “They Don’t Really Care About Us” con Michael Jackson o “The Obvious Child” de Paul Simon. Ver a la banda –compuesta casi exclusivamente por hombres–, o a cualquiera de los otros bloco-afros como Ilê Aiyê, tocar en vivo en las calles de Salvador de Bahía es sumirse por completo en las raíces de las tradiciones musicales que han marcado al país.

Pero las tradiciones cambian. O, de hecho, la gente las cambia. Gente como las mujeres que forman parte de Banda Didá, un grupo compuesto exclusivamente de mujeres negras que tocan esos mismos ritmos afrobrasileños y hacen que las noches en Salvador de Bahía resuenen con los sonidos de antaño, pero provenientes de nuevas manos.

Banda Didá es un grupo musical único que está rompiendo con las barreras de género en la capital del estado de Bahía, el epicentro de la infusión cultural africana en Brasil. “Hasta Didá nadie tocaba como nosotras”, dijo una de las lideresas de la banda y de las integrantes de mayor antigüedad en el grupo, Viviam Caroline de Jesus Queirós.

Formado en 1993, se cree que es el primer bloco-afro de solo mujeres en todo Brasil. “Hemos traído visibilidad para un grupo –las mujeres negras– que ha sido históricamente marginado”, dijo Queirós. “Hemos feminizado a la percusión”.

Aunque ha existido desde hace varios años, la popularidad actual de Didá es representativa de una atmósfera de empoderamiento femenil en Brasil. Didá, alguna vez la única banda del estilo en medio de decenas de bloco-afros masculinos, ahora comparte las calles de Salvador con otras bandas de mujeres. Al tiempo que la estructura de poder en Brasil se ha vuelto más conservadora, con muchas políticas remplazadas por legisladores varones que impulsan, por ejemplo, medidas para restringir el acceso a la interrupción legal del embarazo, el movimiento feminista en el país también ha cobrado impulso.

Banda Didá se ganó a pulso su visibilidad actual al enfrentarse a las normas sociales que desincentivaban que las mujeres tocaran el tambor. Típicamente “el tamborilear en Salvador ha sido visto como el rol de un hombre”, dijo Jeff Packman, profesor asociado de la Universidad de Toronto con especialidad en el estudio de la cultura de percusión en Salvador de Bahía. Él y Queirós dijeron que las normas de género surgieron por las creencias acerca de dónde debían estar las mujeres y qué es lo que debían hacer. Una teoría es que los tambores bajos son demasiado pesados para ellas. Podrían incluso herirse y entonces ¿quién tendría a los bebés? Otra teoría decía que tocar tambores en la noche en las calles, sobre todo durante la temporada de Carnaval –cuando más tocan los blocos–, ocupa demasiado tiempo y es peligroso para las mujeres, por lo que mejor deberían quedarse en casa.

Pues buena suerte si intentas convencer de alguna de estas teorías a las mujeres de Banda Didá.

En una tarde reciente, una decena de las 85 integrantes del grupo se reunieron en el segundo piso de sus oficinas centrales. Algunas de las mujeres tenían a sus hijos en el regazo mientras escuchaban con atención a oradores invitados —entre ellos, mujeres mayores negras de la zona— que compartían sus experiencias de encontrar fuerza a partir de su feminismo y de su negrura. “Es nuestra responsabilidad compartir con el mundo el poder que tenemos como mujeres negras”, le dijo al grupo una oradora.

Dos noches después, la banda estaba ocupada con prácticas para sus actuaciones durante el Carnaval, que empieza el 8 de febrero. Durante las prácticas, que realizan en las calles justo enfrente de su sede, las mujeres no solo tocan los tambores surdos, que amarran a sus hombros o cinturas y topan contra sus rodillas (protegidas por rodilleras), pero también mueven los pesados tambores por el aire, los balancean por encima de su cabeza con brazos algo temblorosos durante segundos llenos de vítores, en un acto que simboliza su desafío a esas antiguas normas de género.

Adriana Portela, la primera conductora de un bloco-afro en la historia de Salvador, dice que han logrado desmoronar los mitos sobre las mujeres al tambor por “el poder del útero”. Repitió esta frase justo antes de una práctica mientras se ponía las rodilleras y ayudaba a la joven cantante de la banda con las nuevas letras. Jean Jesus dos Santos, una de las integrantes más jóvenes del grupo y parte de la siguiente generación de Didá, estaba en la habitación de al lado poniéndose rubor en las mejillas.

“Decían que tamborear no era de mujeres porque el instrumento era muy pesado”, dijo Jean. “Pero somos mujeres guerreras y, sí, podemos tocar. La prueba está en las calles: tocamos tan bien como los hombres”.

Una hora después, tras haber visto sus prácticas, el vicepresidente del bloco-afro Olodum, Marcelo Gentil, dijo que no puede desmentir esa aseveración. “Son de Bahía, entonces bebieron de la misma fuente que Neguinho”, dijo, en referencia al hombre considerado el fundador del ritmo samba-reggae detrás del sentido de percusión en Salvador. “Y tocan ese ritmo mucho mejor que los hombres que no son de Bahía”.

Neguinho do Samba, exlíder de Olodum, es quien fundó Banda Didá en 1993. Neguinho murió hace varios años pero su hija, Debora de Souza, sigue siendo una parte central de la administración del grupo. Mientras contaba las solicitudes de registro que guardó en un fólder con la etiqueta “Carnaval”, De Souza habló de la pasión que llevó a su padre a formar Didá. “Mi padre era feminista. Le importaban las mujeres y cuando estaba en Olodum vio que era necesario que hubiera un grupo de tambores femenil”.

De acuerdo con De Souza, Paul Simon se sintió tan agradecido con Olodum por ayudarlo a ganar una nominación al Grammy de álbum del año en 1992 que ayudó a comprar la mansión colonial de tres pisos donde ahora tiene su base de operaciones Banda Didá. La visión de Neguinho era a largo plazo: establecer una banda solo de mujeres, pero también asegurar que esta pudiera mantenerse con la oferta de talleres gratuitos para hacer instrumentos y de clases musicales para mujeres y niños en esa mansión.

Pese a la incertidumbre financiera que acecha a muchos otros grupos culturales en Brasil, que reciben poco apoyo gubernamental, el Proyecto Didá ha sido un éxito. En la actualidad 130 mujeres y niñas toman clases de tambor en Didá –que siguen siendo gratuitas–, lo que significa que hay un grupo amplio de candidatas para ser parte de la banda. Esta se autofinancia con donaciones y tocadas en eventos privados. Las mañanas en la sede del proyecto son marcadas por los sonidos de clases privadas de tambores de congo o de pandereta; en la tarde hay varios grupos de niñas moviéndose por doquier después de sus lecciones de tambor, y, una tarde reciente, mujeres de edad avanzada estaban esperando en línea para registrarse como voluntarias para la actuación de la banda durante el Carnaval.

La singularidad de este primer grupo de solo mujeres de la ciudad, y la ventaja de que la banda tenga oficinas centrales, significa que la reputación de Didá es conocida por doquier. Antes el grupo tenía que ir a intentar reclutar en diferentes vecindarios de escasos recursos; ahora en un día promedio llegan grupos de jóvenes para preguntar si pueden tomar clases o unirse al grupo.

“Aquí es donde me encontré a mí misma”, dijo Maiana Santos Bonfim, integrante de Didá. “Es donde aprendí a aceptarme a mí misma, a mi cabello, a mi cuerpo, a mi raza. Y me encanta tocar el tambor”.

Queirós, una de las lideresas del grupo, tenía apenas 16 años cuando empezó a tocar los tambores en la banda. Ahora tiene 34 y está estudiando un doctorado en etnomusicología de samba-reggae en su tiempo libre. “Siento que me volví mujer con este grupo”, dijo muy convencida mientras sorbía jugo de toronja en una café local.

“En mi opinión, puede que el tambor sea la mayor tecnología para las mujeres del siglo. Redefine el cuerpo de una mujer, especialmente de la mujer negra”, dijo Queirós. “Creo que es un arma y es una herramienta. Nos da poder y nos hace más bellas. Y hace que nuestro mensaje sea escuchado desde más y más lejos”.