- Publicidad -

Cuando mi hija menor tenía unos 18 meses, le pregunté a mi mamá cuándo iba a dejar de sentirme tan cansada. Al igual que yo, mi madre había tenido dos hijos con tres años de diferencia entre sí, y cuando nací ella era una médica que trabajaba tiempo completo con un esposo médico que también trabajaba tiempo completo. Aunque mi papá se encargó del 50 por ciento de la crianza antes de que estuviera de moda hacerlo, la leyenda familiar cuenta que las peores peleas entre mis padres se suscitaban cuando discutían quién podía tomar primero la siesta de los fines de semana.

Así que cuando le pregunté a mi mamá cuándo iba a sentirme menos cansada, hizo una pausa, como si estuviera haciendo cálculos mentales complejos, y, mientras mis hijos correteaban gritando por mi apartamento, me dijo: “Siete años”.

[Si quieres recibir los mejores reportajes de The New York Times en Español en tu correo suscríbete aquí a El Times]

En esa época, fui a mi revisión médica anual convencida de que estaba anémica: tenía que haber alguna explicación física de por qué todo el tiempo me sentía como una bolsa de ropa sucia llena de escupitajos. Pero, como revelaron las pruebas de sangre, no tenía anemia. De hecho, gozaba de perfecta salud. Una de nuestras nuevas guías para dormir mejor como nuevo padre explica por qué me he sentido tan exhausta, a pesar de dormir unas siete u ocho horas todas las noches: aparentemente “el sueño fragmentado te puede dejar tan cansado como cuando duermes pocas horas”. Todas esas madrugadas en que me habían pedido que les acomodara las cobijas o les llevara un vaso de agua ya me estaban cobrando factura.

Nuestros expertos sugieren que intentemos tener cuatro o seis horas ininterrumpidas de descanso, porque despertarse constantemente durante un solo ciclo de sueño es malo para el aprendizaje y la memoria. Si tienes un recién nacido, sobre todo si estás amamantando, sabemos que cuatro o seis horas son una fantasía. Pero el sueño es esencial para la salud mental en el posparto. Así que este es el consejo que le doy a todas mis amigas justo antes de que den a luz: si de verdad sientes que estás llegando al límite, duerme una noche entera sin interrupciones, sin importar lo que tengas que hacer para lograrlo.

Para algunas madres recién estrenadas, esto significa extraerse la leche y salirse de casa, pues saben que si se quedan ahí van a querer atender al bebé. Si es viable económicamente, incluso sugiero buscar descuentos de último momento para una habitación de hotel y extraerte la leche antes de salir, para que luego puedas echarte un clavado en una cama que tú no tienes que tender, al menos por una noche. Otras opciones son ir a casa de una amiga o pariente y dormir en su cuarto de huéspedes, o incluso encerrarte en tu cuarto y dejar al bebé en la sala con tu pareja, un pariente o amigo. Este consejo también funciona para los padres de hijos mayores que simplemente no se quieren ir a dormir.

Esta semana tenemos otra guía nueva que se centra en el agotamiento. Antes de que investigara sobre el tema, pensaba que el agotamiento abarcaba todo: si estabas agotada en casa, también lo estarías en el trabajo fuera del hogar. Pero el agotamiento parental y el agotamiento laboral son dos fenómenos distintos con síntomas similares, que incluyen la sensación persistente de extenuación.

Para la guía sobre el agotamiento, hablé con Inger Burnett-Zeigler, psicóloga clínica y profesora adjunta de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento en la Universidad Northwestern, quien recomienda que nos preguntemos lo siguiente si sentimos que corremos el riesgo de agotamiento parental: “¿De verdad tienes que hacer todo lo que crees que tienes que hacer en este momento?”. A veces, tomarte veinte minutos para dedicarle tiempo a algo que disfrutas, ya sea ver programas tontos en televisión, leer o conversar con amigos, es una mejor inversión de tiempo que cocinar un refrigerio elaborado para que tus hijos se lleven al jardín de niños al día siguiente.


The New York Times