WASHINGTON.- EFE Un grupo de científicos estadounidenses encontró el circuito cerebral responsable de que uno siga comiendo a pesar de haber satisfecho sus necesidades energéticas y de no tener hambre, según un estudio publicado este miércoles en la revista especializada Neuron.
Este descubrimiento, de acuerdo a los investigadores de la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU.), podría ser un nuevo objetivo para los tratamientos “contra la obesidad y los atracones”.
“Este circuito parece ser la forma en la que el cerebro te dice que si algo sabe realmente bien, entonces vale la pena el precio que pagues por obtenerlo, así que no te detengas”, ilustró el autor principal del estudio, Thomas Kash.
En experimentos de laboratorio, el equipo de Kash halló una red específica de comunicación celular que emana de la región del cerebro que procesa las emociones, motivando a ratones a seguir comiendo alimentos sabrosos aunque sus necesidades energéticas básicas hayan sido satisfechas.
La existencia de este circuito cerebral de mamíferos podría ayudar a explicar por qué los humanos a menudo comen de más en un entorno moderno de comida “abundante y deliciosa”, dicen los autores.
El circuito es un subproducto de la evolución, cuando las comidas ricas en calorías eran escasas, por lo que nuestros cerebros fueron diseñados para devorar tantas calorías como fuera posible porque nadie sabía cuándo vendría la próxima “súper comida”.
Los científicos en busca de remedios contra la obesidad han pasado décadas investigando y dirigiéndose a las células cerebrales y los circuitos involucrados en la alimentación “homeostática” ordinaria, que se desencadena por el hambre y mantiene nuestro nivel de energía alto.
Se cree que la alimentación hedónica refleja la adaptación prolongada de los humanos cuando las hambrunas eran frecuentes y percibir los alimentos ricos en calorías y consumirlos cada vez que estaban disponibles supuso una ventaja de supervivencia crucial al acumular energía extra.
Seguir ese instinto ahora, en un momento de abundancia, puede llevar a la obesidad, una enfermedad que afecta aproximadamente al 40 % de los adultos en Estados Unidos y que origina afecciones relacionadas, como la diabetes, enfermedades del corazón y cáncer.
“Hay tanta comida rica en calorías disponible todo el tiempo ahora, y aún no hemos perdido este cableado que nos influye para que comamos la mayor cantidad de comida posible”, apuntó Kash.
Experimentos en los últimos años han sugerido que nuestro cableado para la alimentación hedónica involucra la nociceptina, una pequeña proteína que funciona como una molécula de señalización en el sistema nervioso de los mamíferos.
Kash y sus colegas diseñaron ratones para que produjeran una molécula fluorescente junto a la nociceptina, iluminando las células que conducen los circuitos de esa proteína.
Hay múltiples circuitos de nociceptina en el cerebro, pero Kash y sus colegas observaron que uno en particular se activó cuando los ratones tuvieron la oportunidad de consumir alimentos ricos en calorías.
Ese circuito se proyecta a diferentes partes del cerebro, incluidas las conocidas para regular la alimentación, y comienza en una región del cerebro que procesa las emociones llamada amígdala central. EFE