La forma en que ocurrieron los asesinatos de las Hermanas Patria, Minerva y María Teresa y su chofer y acompañante Rufino de la Cruz, fue descrita en detalles desgarradores en una conferencia ofrecida por el historiador Alejandro Paulino Ramos, en el Centro Cultural Banreservas.
El expositor, que se apoya en un capítulo de su libro La dictadura de Trujillo (vigilancia, tortura y control político), describió paso a paso el proceder de los asesinos. El plan criminal, orquestado por la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, fue ejecutado el 25 de noviembre de 1960, próximo al Puente Marapicá, de la carretera Santiago-Puerto Plata.
Paulino Ramos fue presentado por el director del Centro Cultural, Mijaíl Peralta, quien destacó que el crimen de las Hermanas Mirabal debe ser recordado con ajuste a la crueldad de esa acción criminal de la dictadura y que prácticamente marcó el principio del fin de ese régimen de oprobio.
La detallada descripción provocó el llanto de varias de las mujeres (entre ellas maestras y feministas), asistentes al encuentro organizado como parte del programa temático a las Hermanas Mirabal que dedica el Centro Cultural Banreservas.
Ramos se basó para reconstruir metódicamente la manera en que se planificó, desarrolló y festejó el crimen cuádruple, en los testimonios de Johnny Abbes García, publicado en el diario El Tiempo, de Nueva York, en 1967; y en el libro de Víctor Alicinio Peña Rivera “Trujillo: historia oculta de un dictador”, puesto a circular en Santo Domingo y San Juan de Puerto Rico en 1977.
El historiador también se basa en los testimonios de dos obreros: José G. Pérez Hernández, empleado de la entonces Caja Dominicana de Seguros Sociales; y Pascual de Jesús Espinal, quien observó desde otro punto el horrendo crimen. Ambos coincidencialmente pasaban por el lugar de los hechos, y fueron llamados a testificar en la Cámara Nacional Especial que conoció del crimen.
“En la planificación de la muerte de las heroínas de Salcedo participaron de manera directa Rafael L. Trujillo, quien ordenó cometer el crimen; Johnny Abbes García y Pupo Román, encargados de elaborar el plan criminal; además de Candito Torres, que fungía como jefe del Servicio de Inteligencia, pero que actuaba bajo las órdenes de Abbes García, y Víctor Alicinio Peña Rivera, quien era el jefe del Servicio de Inteligencia Militar en la región del Cibao y principal responsable de la ejecución de lo planificado”, dijo el historiador Paulino Ramos.
El plan macabro
De acuerdo con las instrucciones, las tres hermanas eran vigiladas para ser seguidas cuando fueran a visitar sus maridos, Manolo Tavárez Justo, Pedro González y Leandro Guzmán, quienes habían sido trasladados presos desde Salcedo a Puerto Plata para hacer que viajaran. No debían ser baleadas, sino apaleadas, para aparentar que fallecieron por golpes en un accidente al caer el vehículo por un precipicio en La Cumbre, en la carretera viaje Santiago-Puerto Plata, en torno al puente llamado Marapicá.
De acuerdo con las órdenes, no se debía ejecutar el crimen si viajaban con niños o personas de edad avanzada, por lo que en dos oportunidades se debió posponer el crimen.
El 25 de noviembre, cerca de las tres de la tarde, el vehículo en que se trasladaban fue interceptado, por los agentes del SIM, Alfonso Cruz Valerio, Emilio Estada Malleta, Néstor Antonio Pérez Terrero y Ramón Emilio Rojas Lora, bajo la dirección de Ciriaco de la Rosa. Algunos de ellos primero atacaron las Mirabal con unos punzones y luego con cuatro palos cortados previamente.
«Las muchachas fueron apresadas y llevadas a un camino secundario y desierto que cruzaba la carretera principal. Allí cada uno de los hombres las ultimó a palos; pero se presentó un incidente que pudo haber fracasado la operación […]. «Ante la belleza de María Teresa, con el vestido desgarrado y luchando por su vida, pretendió gozar a la muchacha. La mujer se defendió como una leona y le grito: —«Podrás asesinarme; pero jamás gozarme», dijo el historiador.
Luego del crimen, los matadores se reunieron para festejarlo en la casa de Ramón García, en Salcedo, que había sido de la familia González-Mirabal y confiscada por la dictadura para ser entregada al capitán Víctor Alicinio Peña Rivera. La celebración fue amenizada por el guitarrista Pedro Antonio Pantaleón.