El funcionario de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se refirió al tema en una entrevista con Efe sobre la situación de los países de América Latina y el Caribe después de un encuentro internacional celebrado en Bolivia, al cual fue convocado para analizar acciones contra la sequía.
El brasileño dijo que la vulnerabilidad a la sequía afecta en diferente magnitud a todos los países de la región y se vincula con «la falta de gestión integrada que considere los sectores agrícola, hídrico, urbano, económico, social y ambiental».
«Y el aumento de la incidencia de la sequía y los fenómenos meteorológicos extremos, entre otros efectos del cambio climático, apuntan a consecuencias negativas en la producción alimentaria que serán cada vez más graves después de 2030», sostuvo el experto.
Subrayó que hay un debate global al respecto por «las grandes pérdidas de cosechas, animales muertos, la reducción de los niveles de agua en las presas, la proliferación de plagas y enfermedades».
Moreira citó el Estado Mundial de la Alimentación y la Agricultura 2016, «Cambio climático, agricultura y seguridad alimentaria», para fundamentar la alerta sobre los riesgos de la sequía, el cambio climático y sus consecuencias sobre los alimentos.
El documento señala la relación entre la «disminución de la disponibilidad del agua» y el incremento de los «periodos sin lluvia» con el aumento de la temperatura ya reportado en zonas subtropicales, especialmente en América central, el Caribe, el Mediterráneo, Suráfrica y Australia.
«Las variaciones de lluvias y temperaturas, así como los fenómenos meteorológicos extremos pueden conllevar a una disminución significativa en los rendimientos de los principales cultivos a comienzos del próximo siglo», explicó Moreira.
Agregó que actualmente Brasil es uno de los países más afectados debido al tamaño de su sector agropecuario, pero que también la situación es delicada en países de Centroamérica y América del Sur.
Además, «tres de los cinco países con mayor riesgo de enfrentar desastres vinculados al clima están en América Latina y el Caribe: Honduras, Haití y Nicaragua».
Consultado acerca del costo en pérdidas de cultivos, ejemplificó con diversos casos producidos en períodos recientes como en Colombia, con 824 millones de dólares (2010-2011); México, con 816 millones (2007), y en Nicaragua, con 608 millones de dólares (2007).
Moreira aseguró que la «FAO está apoyando a los países a través de iniciativas enfocadas específicamente en la gestión de riesgos de desastres, el uso sostenible de los recursos naturales y la adaptación al cambio climático».
La posición de esta oficina de las Naciones Unidas está orientada a cambiar los enfoques reactivos por aquellos que aumenten la capacidad de regiones y poblaciones vulnerables de sobreponerse a los cambios del clima reduciendo los niveles de riesgo, un proceso denominado resiliencia.
Ante la pregunta sobre cuánto dinero debieran dirigir los gobiernos para la prevención, Moreira aseguró que lo importante primero pasa por «superar la cultura reactiva».
«Un enfoque reactivo por sí solo no aumenta la resiliencia de personas y sectores a las futuras sequías, ni aborda la vulnerabilidad a la sequía», aseguró.
Para la FAO, «la protección de la agricultura y de los medios de vida de poblaciones rurales deberían estar en el centro de toda estrategia de gestión de riesgos, y en este caso de la sequía», incluyendo esto dentro de políticas públicas y planes nacionales.
Entre el 14 y 16 de agosto pasados se desarrolló en la ciudad de Santa Cruz (este) la Conferencia Internacional de Países de América Latina y el Caribe contra la Sequía impulsada por las autoridades bolivianas, que reunió a representantes de 16 países de la región.
La conferencia fue propiciada por Bolivia y se da en un «momento crucial», según Moreira, con miras a la 23 Conferencia de las Partes (COP 23) de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se celebrará en noviembre en Alemania.