El caballo de Troya como aparece en la película “Troy”
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Es una de los mitos más célebres de la historia de humanidad. Después haber sitiado sin éxito durante 10 años la ciudad de Troya, los Griegos ponen en práctica un engaño ideado por el astuto Ulises: simulan regresar a su patria y dejan en la playa un enorme caballo de madera, que esconde en su interior a los guerreros griegos más valientes. Un joven griego, fingiéndose un desertor, explica a Priamo, rey de Troya, que el caballo fue dejado para aplacar la ira de la diosa Atenas, ofendida por la profanación de su templo y para proteger el viaje de regreso de los griegos.

Era un caballo gigante, para que los troyanos no pudieran ingresarlo en la ciudad sin tener que romper parte de sus altos muros. A pesar de las advertencias del sacerdote Laoocontes, quien es devorado por serpientes marinas, los troyanos deciden ingresarlo. Es su condena a muerte: durante la noche los griegos salen del caballo y conquistan la ciudad.

Esta fascinante historia podría ahora tener que reescribirse: según un arqueólogo italiano el artefacto que los griegos usaron para engañar a los troyanos no era un caballo, sino un barco.

De acuerdo a la teoría de Francesco Tiboni, un investigador de la Universidad de Marsella experto en embarcaciones de la antigua Grecia, el error se debería a una interpretación equivocada de los escritores posteriores a Homero, el autor de la «Odisea», el texto más antiguo en el que se hace referencia al «caballo de Troya».

El arqueología Francesco Tiboni

Tiboni explicó su hipótesis en dos artículos publicados en dos revistas especializadas y en un libro titulado «La conquista de Troya: un engaño llegado desde el mar».

La premisa del arqueólogo es que en los poemas homéricos el episodio del caballo tiene una relevancia marginal, ya que aparece en pocas decenas de los 27 mil versos de la obra. El caballo es citado recién en el octavo libro de la «Odisea», mientras la historia se convierte en la que conocemos hoy en día en el segundo libro de la «Eneida», un poema escrito por Virgilio durante la época imperial romana, 800 años después de los hechos narrados por Homero.

Tiboni dice que en la «Odisea» hay una «fragmento clave» para valida su hipótesis. Es cuando la esposa de Ulises, Penélope, al quejarse por el hecho que su hijo partió a la búsqueda de su padre dice:

«O cantor, ¿por qué mi hijo partió? No era necesario que se embarcara en barcos rápidos, que para los hombres son como caballos del mar»

Según el arqueólogo, la metáfora del barco y los caballos no es causal. Para Tiboni, Homero podría haber querido hacer referencia a un tipo de barco fenicio -una población que habitaba el actual Líbano- conocido con el nombre de «Hippos», una palabra que en griego significa «caballo», y cuya característica era tener el mascarón de proa con la forma de un caballo.

La presencia de este tipo de barco en el Mediterráneo durante la época de Homero está comprobada por varios bajorrelieves asirios, como el de la decoración del palacio de Sargon II en Khorsabad que se encuentra en el Louvre de París, del 700 a. C.

Hippos fenicio de Kohrsabad

Según Tiboni, entonces, cuando Homero en la Odisea cita al «caballo» no estaría pensando en un verdadero caballo, sino en un barco como el de los fenicios. «Hippos» no sería otra cosa que el nombre con el que los griegos definían a los barcos comerciales que circulaban en esa época.

Pero además de las pruebas arqueológicas, Tiboni hace otros aportes. En la parte de la «Odisea» en el que se habla del caballo, los versos que describen la estructura del artefacto son muy genéricos y no describen ninguna parte de la anatomía del animal. Al contrario, muchas de esas expresiones tienen mucho más sentido si son referidas a un barco.

«Homero», explicó Tiboni al diario italiano La Stampa, «tenía un conocimiento tan perfecto del tema naval que nos dejó una gran cantidad de información sobre la tecnología constructiva  de las embarcaciones antiguas».

Esa precisión técnica, paradójicamente, pudo haber hecho que los poetas y traductores posteriores a Homero-como Virgilio- malentendieran algunas partes.

«Para Homero hablar de ‘Hippos’ significaba referirse al barco de los fenicios», dijo Tiboni. «Para los escritores posteriores, que desconocían los temas navales, se convirtió en un verdadero caballo».

Por otra parte, el propio Tiboni matiza su hipótesis afirmando que hay varias reliquias arqueológicas, cronológicamente cercanas al período de los hechos, que muestran el caballo de Troya, como una vajilla encontrada en la isla griega de Mykonos del año 670 antes de Cristo, apenas un siglo después de la transcripción de la «Odisea».

La vajilla encontrada en Mykonos, del 670 a.C.

Pero la hipótesis de Tiboni, sin embargo, fue considerada por la comunidad arqueológica lo suficientemente sólida como para abrir el debate.

Además, según Tiboni, cambiando el «caballo» con un barco, no cambiaría el sentido del episodio del engaño de Ulíses; al contrario, según algunos la haría incluso más creíble. El barco «Hippos» era usado para llevar joyas y pagar tributos y ésto habría podido atraer a los troyanos.

También hubiera sido más fácil para los artesanos griegos construir un barco que ya conocían -y en el que hubiera sido más fácil esconder a los guerreros– antes que improvisarse artistas y realizar un caballo.

La polémica y el debate quedan abiertos, y el propio Tiboni es consciente de que buscar indicios históricos en los poemas homéricos es una operación delicada. Certezas hay pocas: sabemos que existió de verdad una ciudad -ubicada en la actual Turquía- donde ocurrió la historia y que fue destruida por un incendio entre el 1210 y el 1180 antes de Cristo. Y que en Grecia había poblaciones que tenían intereses comerciales en esa zona. Pero más allá de eso, es difícil aventurarse.

Las ruinas de la supuesta ciudad de Troya en Canakkale, Turquía