El gobierno de China está intensificando su política de mano dura contra las congregaciones cristianas en Beijing y varias provincias chinas, destruyendo cruces, quemando biblias y ordenando que los creyentes firmen documentos renunciando a su fe, de acuerdo con una organización que monitorea el cristianismo en China.
La campaña corresponde a un esfuerzo para integrar la religión a la cultura china exigiendo lealtad al Partido Comunista, oficialista y ateo, y eliminando lo que desafíe su poder sobre las vidas del pueblo.
Bob Fu, de la organización China Aid, con sede en Estados Unidos, dijo durante el fin de semana que el cierre de iglesias en la provincia central de Henan, en Guangdong y también en una prominente iglesia en Beijing en las últimas semanas representa un «aumento significativo» de la política de mano dura.
«La comunidad internacional debería alarmarse y escandalizarse por esta evidente violación de la libertad de religión y creencia», indicó en una correo electrónico escrito a la agencia AP.
Fu también publicó en sus redes sociales una filmación que muestra la quema de biblias e imágenes de los documentos en los cuales los firmantes renuncian a su fe cristiana, una requisito que según el activista no se exigía desde tiempos de la Revolución Cultural iniciada por Mao Zedong, entre 1966 y 1976.
Un funcionario local de la ciudad de Nanyang, en Henan, donde un pastor dijo que las autoridades quemaron biblias, cruces y muebles dijo en cambio que en la provincia respetan la libertad de culto.
A pesar de que China ha vivido décadas de relativa libertad religiosa desde 1982, cuando este derecho fui incluido en la Constitución tras la brutal y fallida experiencia de la Revolución Cultural, durante la presidencia del actual mandatario Xi Jinping, uno de los más poderoso líderes del país desde Mao, la persecución parece haber vuelto.
Esto se da en medio de un renacimiento religioso en el país, especialmente entre quienes profesan el cristianismo y el islam, dos religiones que en el país están asociadas a minorías étnicas o culturales que han tenido roces con las autoridades estatales, que se declaran ateas.
La ley china demanda incluso que el culto se realice únicamente en congregaciones que han recibido la aprobación del estado para operar, una práctica que permite a Beijing ejercer un enorme control sobre las actividades religiosas.
Por esta razón en el país abundan iglesias cristianas y otro santuarios clandestinos de diferentes credos, que funcionan a puertas cerradas.
El domingo las autoridades precisamente cerraron uno de estos templos, perteneciente a la Iglesia Zion en Beijing, tras declararla ilegal por no haberse registrado.
Zion es la más grande de estas iglesias cristianas clandestinas en la capital china, con numerosas sedes en la ciudad.
Por otro lado, en el extremo oeste del país las autoridades han también lanzado una persecución contra musulmanes chinos de la etnia uigur, tras enviar a cerca de un millón de fieles a campos de adoctrinamiento en los que son forzados a renunciar al Islam.
La tensa situación se da en el contexto de un incipiente extremismo religioso en esta zona de China cercana al Medio Oriente, y que ha sido testigo de actividades terroristas. Si bien Beijing reconoció el empleo de medidas para eliminar brotes yihadistas, al momento ha negado también la existencia de estos campos.
Infobae