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Por Ramón Diloné

Soy un dominicano que siempre ha tenido la voluntad y determinación para actuar o exterminar lo peor, razón por la que siempre he tenido el deseo de borrar del diccionario al 4 de marzo.

Sin embargo, estoy claro que no es suficiente con tener las intenciones, porque no siempre se puede hacer lo que uno quiere. Además no es suficiente tener la determinación de realizar algo.

Estudié periodismo porque desde niño me fijé una meta, pero no la pude realizar en 1993 en Gaspar Hernández, Moca, porque las inclemecias de tiempo lo impidieron. Recuerdo que ese día, que pensé sería histórico, cuando llegué minutos antes de las ocho de la mañana al parque municipal de ese pueblo, el primero que me reconoció y felicitó porque me lleve al fiscal de Dajabón fue el padre del colega Héctor Tineo. Ese día tenía pensado cobrar la deuda del 4 de marzo de 1973, pero la naturaleza conspiró y nada pasó. Por eso escribo estas líneas hoy, 28 años después.

El 4 de marzo es un día que quisiera tener el poder de eliminar del calendario, porque hoy se CUMPLEN 48 años de mi primeta prisión. Fuí apresado en Moca, en la calle Sánchez número 7, en el barrio José Horacio Rodríguez, el 4 de marzo de 1973, un mes después del desembarco heroíco de Playa Carracoles del Coronel de Abril Francisco Alberto Caamaño Dañó, quien vino a liberar el país de régimen corrupto, asesino y criminal del perverso de Joaquín Balaguer.

Lo sufrido y las torturas no las cuento porque perdí el conocimiento tras un golpe bajo con la culate de un fusil de un sargento asesino, igual que quienes desgobernaban el país, y desperté en una solitaria, no sé que tiempo después, porque una gota caía de forma permanente en mi cabeza pelada tras haber perdido mi abundante cabellera. Aunque era menor, en agosto de ese año cumpliría los 15 años, me trajeron preso al palacio policial porque mi tio buscado por ser del siempre glorioso 1j4, no estaba en la casa.

Pese a todo, mi peor cuatro de marzo fue en 2003, cuando el lunes tres de ese mes y año, me marché a las nueve de la mañana a Santiago a cumplir mi compromiso de docente (28 años sin faltar) y dejé a mi madre María Diloné en la cocina, pero al regresar próximo a las 12 de la medianoche la encontré muribunda, tras dos infartos, en la mecedora donde siempre se sentaba a ver sus novelas. Poco después de tres horas falleció en la madrugada del cuatro de marzo.

MALDITO SEA MIL VECES EL CUATRO DE MARZO, IGUAL QUE EL ASESINO DE BALAGUER.
4/3/2021.