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El otro día fui partícipe de la entrega de notas de un Centro Educativo. Imagínense todo el panorama: los docentes con ropa colorida, los niños felices, y los padres eran un arcoíris de emociones: felicidad, enojo, amor, angustia…  pero sólo una de las madres llamó mi atención.

La señora iba vestida con pantalón de tela color negro, zapatos rojos, blusa blanca, y el pelo bailaba al ritmo de la brisa. Abrazaba mucho a su hijo, lo felicitaba, le tomaba fotos, hizo video llamada con varias personas para mostrarle con orgullo las notas del pequeño. Cuando pasó todo el evento, noté que se iban quedando atrás. Yo hice lo mismo.

Ella se colocó en cuclillas, lo tomó de la mano y le dijo: “Para el año que viene, tenemos que poner más empeño en Ciencias Sociales. Ahora te dejaré en la casa, me voy al trabajo, y esta noche saldremos a cenar pizza”.

Mientras estuvieron rodeados de personas, esta madre hizo sentir especial a su hijo, en ningún momento le hizo alguna referencia sobre la materia con la que tenía dificultad, hasta que estuvieron solos.

¿Alguna vez se han puesto a pensar en cuántas personas están dañadas emocionalmente porque sus padres o sus jefes lo han hecho al revés?

Si eres padre, madre, o si estás a cargo de un grupo de personas en la comunidad o en una empresa, puedes hacer las cosas diferentes a partir de ahora, recordando siempre: felicitar en público y corregir en privado.