VIENA.- EFE- Matar es un asunto de hombres, para ambas partes: el criminal y la víctima. Las mujeres tienen un riesgo muchísimo menor de morir asesinadas pero, eso sí, cuando alguien las mata suele ser por el simple hecho de ser mujeres.
Así lo denuncia el Estudio Mundial sobre el Homicidio de 2019 publicado este lunes por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), con sede en Viena.
Las cifras son nítidas: un 80 % de las víctimas de los homicidios intencionados son hombres, pero entre la mitad y dos tercios de las mujeres asesinadas mueren a manos de su pareja, expareja o un familiar cercano.
El informe de la ONUDD confirma que el mayor peligro para una mujer no es caminar sola por la noche en un barrio extraño: estadísticamente hablando, el riesgo se dispara en el momento en el que regresa a su hogar.
Y si bien en el crimen “entre hombres” es fácil identificar los factores que aumentan la frecuencia de homicidios – pobreza, desempleo, bajo nivel educativo… – estas diferencias sociales apenas se presentan en el caso de los asesinatos de mujeres: los agresores se dan en todas los niveles económicos y sociales.
Por el contrario, en el 82 % de los casos de asesinatos en una pareja, ellas fueron las víctimas.
Hay pocos estudios sobre parejas homosexuales; los que hay indican que los casos de homicidio en una relación entre hombres superan ampliamente los que hay entre mujeres.
En total, unas 87.000 mujeres fueron víctimas de asesinatos en 2017 en todo el mundo; de ellas, unas 50.000 murieron a manos de un familiar y en 30.000 casos, esa persona era su pareja o expareja.
El continente más peligroso para ser mujer es África: la prevalencia del asesinato a manos de familiares o (ex)pareja es de 3,1 para cada 100.000 mujeres. América, con una tasa de 1,6 y Oceanía (1,3) son algo más seguras, seguidas de Asia (0,9) y Europa (0,7 muertes por cada 100.000 mujeres).
Asia y Europa intercambian su lugar si se consideran sólo los asesinatos cometidos por parejas o exparejas: en Europa, la violencia ejercida por otros familiares es relativamente baja, del 9 %, mientras que globalmente se sitúa en un 20 % del total y en África incluso llega al 30 %.
La ONUDD utiliza con precaución el término “femicidio” (o feminicidio”) para asesinatos en los que el motivo está relacionado con la violencia machista, porque este concepto se define de manera bastante dispar en los 18 países latinoamericanos que lo recogen en su legislación, y por lo tanto no permite elaborar comparaciones.
Aunque el agresor más común es la pareja o expareja, existen formas concretas regionales: así, en Asia Occidental son frecuentes los “asesinatos de honor”, en los que la propia familia decide matar a una mujer cuya actitud se considera demasiado liberal frente a los tabúes sexuales.
El homicida puede ser el padre, un hermano, un tío, pero también la madre.
Y en la India se lucha contra los “asesinatos de la dote”, en los que la familia del marido inflige violencia a una mujer casada para forzar a la familia de ella a pagar la suma prometida al pactarse la boda.
La ONU explica que la prevención de los asesinatos machistas exige estrategias políticas de educación a largo plazo y un cambio de mentalidad respecto a los roles sexuales y la función de la mujeres la sociedad. EFE