El papa Francisco vinculó el fenómeno de las noticias falsas con «la codicia» y «sed de poder» del ser humano en un mensaje difundido por la Santa Sede con ocasión de celebración, el próximo 13 de mayo, de la jornada mundial de las comunicaciones sociales.
«Las ‘fake news’ se convierten a menudo en virales, es decir, se difunden de modo veloz y difícilmente manejable, no a causa de la lógica de compartir que caracteriza a las redes sociales, sino más bien por la codicia insaciable que se enciende fácilmente en el ser humano», señaló el pontífice.
Y renglón seguido añadió que «las mismas motivaciones económicas y oportunistas de la desinformación tienen su raíz en la sed de poder».
«Las mismas motivaciones económicas y oportunistas de la desinformación tienen su raíz en la sed de poder»
Subrayó en este sentido la necesidad de «educar en la verdad», es decir, «para saber discernir, valorar y ponderar los deseos y las inclinaciones que se mueven dentro de nosotros».
Valoró de esta manera las iniciativas educativas «que permiten aprender a leer y valorar el contexto comunicativo, y enseñan a no ser divulgadores inconscientes de la desinformación, sino activos en su desvelamiento», dijo.
Encomió asimismo las que a nivel institucional y jurídico están «encaminadas a concretar normas que se opongan a este fenómeno».
Y refirió a las que «han puesto en marcha las compañías tecnológicas y de medios de comunicación, dirigidas a definir nuevos criterios para la verificación de las identidades personales que se esconden detrás de millones de perfiles digitales».
«Ninguna desinformación es inocua»
Advirtió que «ninguna desinformación es inocua» y que «incluso una distorsión de la verdad aparentemente leve puede tener efectos peligrosos».
Según opinó, «el drama de la desinformación es el desacreditar al otro, el presentarlo como enemigo, hasta llegar a la demonización que favorece los conflictos».
Y en esta línea consideró que las noticias falsas revelan «la presencia de actitudes intolerantes e hipersensibles al mismo tiempo, con el único resultado de extender el peligro de la arrogancia y el odio».
Por ello, dijo, «ninguno de nosotros puede eximirse de la responsabilidad de hacer frente a estas falsedades».
«Incluso una distorsión de la verdad aparentemente leve puede tener efectos peligrosos»
A los periodistas, a quienes atribuyó «un compromiso especial» para evitar la expansión de la desinformación, les recordó que «en el centro de la noticia no está la velocidad en darla y el impacto sobre las cifras de audiencia, sino las personas», recalcó.
«Informar es formar, es involucrarse en la vida de las personas», expuso para aludir posteriormente a la verificación de las fuentes y la custodia de la comunicación como «procesos de desarrollo del bien que generan confianza y abren caminos de comunión y de paz».
Instó así a un «‘periodismo de paz’, sin entender con esta expresión un periodismo ‘buenista’ que niegue la existencia de problemas graves y asuma tonos empalagosos», sino por el contrario, a uno «sin fingimientos, hostil a las falsedades, a eslóganes efectistas y a declaraciones altisonantes».
Abogó también por «un periodismo que no queme las noticias, sino que se esfuerce en buscar las causas reales de los conflictos, para favorecer la comprensión de sus raíces y su superación (…); un periodismo empeñado en indicar soluciones alternativas a la escalada del clamor y de la violencia verbal».